(Palabras en el acto de entrega del premio "Inca Garcilaso de la Vega", Lima 1968)
José María Arguedas (*)Fuente: Obras Completas Tomo V
Acepto con regocijo el premio Inca Garcilaso de la Vega, porque siento que representa el reconocimiento a una obra que pretendió difundir y contagiar en el espíritu de los lectores el arte de un individuo quechua moderno que, gracias a la conciencia que tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios más vastos para expresarse.
La ilusión de juventud del autor parece haber sido realizada. No tuvo más ambición que la de volcar en la corriente de la sabiduría y el arte del Perú criollo, el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o “extraño” e “impenetrable” pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo, oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se había convertido en una nación acorralada, aislada para ser mejor y más fácilmente administrada y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban mirándola a distancia y con repugnancia o curiosidad. Pero los muros aislantes y opresores no apagan la luz de la razón humana y mucho menos si ella ha tenido siglos de ejercicio; ni apagan, por tanto, las fuentes del amor de donde brota el arte. Dentro del muro aislante y opresor, el pueblo quechua, bastante arcaizado y defendiéndose con el disimulo, seguía concibiendo ideas, creando cantos y mitos. Y bien sabemos que los muros aislantes de las naciones no son nunca completamente aislantes. A mí me echaron por encima de ese muro, un tiempo, cuando era niño; me lanzaron en esa morada donde la ternura es más intensa que el odio y donde, por eso mismo, el odio no es perturbador sino fuego que impulsa.
Contagiado para siempre de los cantos y los mitos, llevado por la fortuna hasta la Universidad de San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores. El vínculo podía universalizarse, extenderse; se mostraba un ejemplo concreto, actuante. El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el camino no tenía por qué ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio de vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma, aunque no sea sino en la apariencia, formalmente, y tome la de los vencedores, es decir que se aculture. Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he conseguido. Por eso recibo el premio Inca Garcilaso de la Vega con regocijo.
Pero este discurso no estaría completo si no explicara que el ideal que intenté realizar, y que tal parece que alcancé hasta donde es posible, no lo habría logrado si no fuera por dos principios que alentaron mi trabajo desde el comienzo.
En la primera juventud estaba cargado de una gran rebeldía y de una gran impaciencia por luchar, por hacer algo. Las dos naciones de las que provenía estaban en conflicto: el universo se me mostraba encrespado de confusión, de promesas, de belleza más que deslumbrante, exigente. Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico. No pretendí jamás ser un político ni me creí con aptitudes para practicar la disciplina de un partido, pero fue la ideología socialista y el estar cerca de los movimientos socialistas lo que dio dirección y permanencia, un claro destino a la energía que sentí desencadenarse durante la juventud.
El otro principio fue el de considerar siempre el Perú como una fuente infinita para la creación. Perfeccionar los medios de entender este país infinito mediante el conocimiento de todo cuanto se descubre en otros mundos. No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo. Ojalá no haya habido mucho de soberbia en lo que he tenido que hablar; les agradezco y les ruego dispensarme.
(*) Escritor andahuaylino, el mayor narrador peruano del mundo andino.
José María Arguedas (*)Fuente: Obras Completas Tomo V
Acepto con regocijo el premio Inca Garcilaso de la Vega, porque siento que representa el reconocimiento a una obra que pretendió difundir y contagiar en el espíritu de los lectores el arte de un individuo quechua moderno que, gracias a la conciencia que tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios más vastos para expresarse.
La ilusión de juventud del autor parece haber sido realizada. No tuvo más ambición que la de volcar en la corriente de la sabiduría y el arte del Perú criollo, el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o “extraño” e “impenetrable” pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo, oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se había convertido en una nación acorralada, aislada para ser mejor y más fácilmente administrada y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban mirándola a distancia y con repugnancia o curiosidad. Pero los muros aislantes y opresores no apagan la luz de la razón humana y mucho menos si ella ha tenido siglos de ejercicio; ni apagan, por tanto, las fuentes del amor de donde brota el arte. Dentro del muro aislante y opresor, el pueblo quechua, bastante arcaizado y defendiéndose con el disimulo, seguía concibiendo ideas, creando cantos y mitos. Y bien sabemos que los muros aislantes de las naciones no son nunca completamente aislantes. A mí me echaron por encima de ese muro, un tiempo, cuando era niño; me lanzaron en esa morada donde la ternura es más intensa que el odio y donde, por eso mismo, el odio no es perturbador sino fuego que impulsa.
Contagiado para siempre de los cantos y los mitos, llevado por la fortuna hasta la Universidad de San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores. El vínculo podía universalizarse, extenderse; se mostraba un ejemplo concreto, actuante. El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el camino no tenía por qué ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio de vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma, aunque no sea sino en la apariencia, formalmente, y tome la de los vencedores, es decir que se aculture. Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he conseguido. Por eso recibo el premio Inca Garcilaso de la Vega con regocijo.
Pero este discurso no estaría completo si no explicara que el ideal que intenté realizar, y que tal parece que alcancé hasta donde es posible, no lo habría logrado si no fuera por dos principios que alentaron mi trabajo desde el comienzo.
En la primera juventud estaba cargado de una gran rebeldía y de una gran impaciencia por luchar, por hacer algo. Las dos naciones de las que provenía estaban en conflicto: el universo se me mostraba encrespado de confusión, de promesas, de belleza más que deslumbrante, exigente. Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico. No pretendí jamás ser un político ni me creí con aptitudes para practicar la disciplina de un partido, pero fue la ideología socialista y el estar cerca de los movimientos socialistas lo que dio dirección y permanencia, un claro destino a la energía que sentí desencadenarse durante la juventud.
El otro principio fue el de considerar siempre el Perú como una fuente infinita para la creación. Perfeccionar los medios de entender este país infinito mediante el conocimiento de todo cuanto se descubre en otros mundos. No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo. Ojalá no haya habido mucho de soberbia en lo que he tenido que hablar; les agradezco y les ruego dispensarme.
(*) Escritor andahuaylino, el mayor narrador peruano del mundo andino.
Me gustó mucho el discurso de José María Arguedas, ya que él hace énfasis en el arte peruano. Creo que todos tenemos un Don, pero en particular al interior de nuestro país no lo sabemos explotar. Debemos motivarnos como lo hizo José María Arguedas y despertar esas capacidades que tenemos dentro de cada uno de nosotros. El Perú es un país que se caracteriza por su creatividad y debemos de saber sacarla adelante, demostrándole a todos que somos capaces de alcanzar nuestros sueños y no sentirnos sublevados por las grandes potencias. Ya es suficiente, debemos cambiar nuestro modo de pensar. Hemos vivido mucho tiempo oprimidos, pensando que lo de los otros países es mejor que lo nuestro y estamos completamente equivocados, todo depende de que cada uno de nosotros ponga de su parte y así poder sacar a flote a nuestra costa, sierra y selva, sintiéndonos orgullosos de su gente, su cultura y también de su flora y fauna.
ResponderEliminarVanessa Barreda Montoya
5D- Sor Rosa Portal
NO SOY UN INDIO ACULTURADO (JOSÉ MARÍA ARGUEDAS)
ResponderEliminar“El odio no es perturbador sino fuego que impulsa.
Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he conseguido”
En mi opinión, lo que Arguedas nos quiere decir es que uno debe de amar a su patria, debe de respetar, amar a todos sus pobladores.
El Perú no es un país tan desarrollado, pero es un país rico en costumbres, tradiciones, es un país lleno de personas cálidas, alegres, personas que están dispuestas a brindarte la mano, personas trabajadoras, humildes.
En la primera parte, Arguedas nos dice que cuando uno se propone algo, no hay barreras que impida ese logro, si bien para los de la costa las barreras van a estar siempre abiertas, para los de la sierra y selva esas barreras se abrirán siempre y cuando ellos se sientan capaces de romper con esas barreras.
El Perú tiene grandezas, y somos nosotros los culpables de no saber aprovechar estas grandezas y riquezas, Arguedas lo que nos pide es que amemos a nuestra patria, de querer lo nuestro, de aprender a respetar a los nuestros, no discriminar, pues todos somos iguales, todos tenemos los mismos derechos. Somos una nación, un país, lleno de gente trabajadora, gente que lucha por salir adelante.
El Perú es rico en todos los aspectos y las personas que se aprovechan de esta riqueza, son personas que buscan sus propios intereses, pero cuando uno quiere el bienestar de toda una nación, primero comienza por valorar lo suyo.
Hay que saber aprovechar lo que hay en nuestro país, y para que un país salga adelante, necesita que toda su población se apoye y luche para ese logro y también que se sientan identificados con su pasado, tenemos variedades de culturas, que su legado a sido grandioso, y si no sabemos aprovechar esas riquezas, entonces no somos nada.
María Mercedez Alzamora Falcón
5TO SEC
SOR ROSA PORTAL
Quiero comenzar diciendo que, es muy grato leer estas palabras dándole un tono de orgullo, felicidad, porque son sabias palabras que nos ayudan a tener otra visión del país donde vivimos.
ResponderEliminarEs verdad que somos una cultura muy diferente a las otras, nos distinguen rasgos y recursos que desde años remotos ayudó a una mejor apreciación del país y por el cual desearon poseer todas nuestras riquezas. Pero alguna vez se han puesto a pensar si nosotros valoramos todo el esfuerzos q nuestros compatriotas nos dejaron, aquella herencia que tenemos que respetar y valorarla...
Y que decir de nuestra lengua, hoy muchos departamentos solo hablan el castellano, pero no es la lengua autóctona del país, no rechacemos, aprendamos a valorarla y cultivar.
Sabias palabras para multitudes soberbias e ignorantes, que no reconocen lo que poseen, destruyen y menosprecian su patrimonio.
Son muy pocos los que valoran aquello que los destaca y los hace únicos.
Es escandaloso imitar, cuando tenemos de todo y no encontramos una identidad nacional que nos lleve a la cima y nos una como país, destacar lo más valioso, su población, su gastronomía, sus patrimonios.
Aquello en lo que formamos parte es todo un país.
Una frase que recuerdo y que lo puedo complementar con el texto es: "El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro".
ALZAMORA FALCON MARIA PAULA
SOR ROSA PORTAL
Me pareció un relato muy interesante; porque aquí el autor José María Arguedas, resalta sobre todo la cultura peruana, que por cierto muchos de nosotros no sabemos valorarla, y que sobre hay muchos extranjeros que vienen a nuestro país y en particular me parece que ellos están más identificados con nuestra cultura que nosotros mismos. Siempre optamos por calcar, copiar, imitar, costumbres de otros lugares; sin saber que en nuestro país hay muchas grandezas.
ResponderEliminarEste discurso tiene mucho de razón el Perú es un país rico en diversas cosas, diferente a otras culturas, poseedror de grandes civilizaciones antiguas. Estas son algunas cosas de las tantas en las que es rico nuestro Perú. Nosotros debemos de sentirnos orgullosos de ser un país que contiene diversidad de flora, fauna minerales, culturas, tradiciones y de ser un país que posea más de una lengua.
ResponderEliminarNo debemos sentirnos como una cultura inferior frente a las demás porque quizas no contamos con la última tecnología de punta de E.E.U.U. ni avances científicos pero contamos con cosas mas valiosas que esas que es una creatividad, nuestra innovasión en cosas que somos los unicos en poseerlas que es fruto de todo nuestro mundo inventor y creador de nuestra historia como pueblo.
Prudencio Prieto, Maryory
5° Sor Rosa Portal
mi comentario es que la lectura es muy importante ya que nos enseña a valorar nuestro habla quechua que esta tan decaída en estos últimos tiempos y esta lectura nos abre las puertas a mundo distinto de ver las cosas.
ResponderEliminarLo que me gusta de la lectura es la emoción que coloca el autor en hablar esta lectura que es tan interesante y cautivadora para nosotras.
alexandra Montes 5ª D "Sor Rosa Portal"
Me parece que las palabras de Arguedas demuestran el gran amor y orgullo que siente él hacia nuestra patria; honor y orgullo que todos los peruanos debemos tener.
ResponderEliminarMuchas cosas que resalta en su argumento son muy ciertas como la riqueza y diversidad que existe en el Perú, y que en muchas ocasiones no valoramos y preferimos copiar modelos extranjeros, por más que esto sea ridículo.
Otra cosa que me llamó la atención es que realza mucho el habla quechua que, en estos momentos, esta casi inutilizada.
Creo que nos da mucho que pensar en nuestras actitudes; luego de leer estas palabras y analizar a conciencia nuestro comportamiento tendremos algunos cambios que hacer en nuestra conducta, que quizá en muchos casos no es la correcta.
5º Sor Rosa Portal
Todas las obras que eh leído de Arguedas son buenas y lo que más me gusta es que nos demuestra el amor que tenía por su patria y por sus pobladores.Nos invita a seguir su ejemplo de luchar por nuestro país, que no nos dejemos dominar por extranjeros que no valoraban nuestro. Nos dice que el Perú tiene mucha creatividad eso es cierto lo peruanos somo creativos... porque imitar otros países? , por ejemplo ¿Por qué hablar inglés y no el quechua? piénselo!
ResponderEliminarMARYORIE OROYA ARISTA 5 E